La ciudad está rompiendo aguas, ensordeciendo preguntas embarazosas, dando a luz a la verdad por cesárea.
Oigo el crepitar de restos de placenta y sangre en los tejados.El amor fue presagio del llanto, del dolor sin tragedia, de la alegría gestada emanando de cañerías, canalones y alcantarillas.
Enseño los dientes al cordón umbilical que nos une, que me alimenta, que me vio crecer, con ojos artificiales de vidrio y aluminio.
Dilatándome en la espera, asomo la cabeza en este rosario de farolas, alivio su dolor entre bloques machacando mi cabeza como un forceps.
Y a la espera mi virgen aliento, ya desprendido de la matriz, golpeándome con la sonrisa de su primera vez.
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