martes, 11 de febrero de 2014

El afilador no te habla de mariposas en el estómago.



Durante algún tiempo intenté deshacer, sin éxito, el nudo, que a conciencia, dejaste en mi garganta.

Fui echando a lavar todos los trapos sucios. Compré una vajilla nueva, alguien tenía que pagar los platos rotos.

Con cosas que son de cajón y hecho un cuadro fui amueblando mi cabeza. Vamos, que se me fue la olla y cogí la sartén por el mango, aunque el horno no estuviera para bollos. Pero eso es harina de otro costal.

También aprendí  a revolver dentro de mí, sacar lo que me llenaba. Llenar el vacío sin meterme nada. Aunque nunca faltaron francotiradores en lavabos invitándome a pasarme de la raya.

Con el tiempo te das cuenta de que los errores se pagan aunque estés sin un pavo. También de que las palabras se las lleva el tiempo. Y quién sabe si el efecto péndulo las dejará volver al hogar.

Supongo que no fue el afilador quien te habló de mariposas en el estómago. Sigo haciéndote señales de humo con los palos que me dio la vida.