satisfechos en la costumbre,
plagados de rutina, y de rutina, y de rutina,
y trivialidades de ascensor.
En el ojo del huracán
con la mirada perdida,
supe quien tatúa las ojeras
con los párpados cansados.
Alquimia en la monogamia
de los lunes a las lunas.
Infectados por lo frívolo y la calma,
del vacío que olvida supurar.
Espero al somnoliento en la vigilia,
próximo al purgatorio que aventaja su morgue.
Cercano al gris sin matiz de la espiral,
allí donde el hábito es mortaja